Intento girar la rueda de mi molino y está atascada... Por eso consumo y me acostumbré al grano grueso, las finezas ya no me satisfacen, como no sea para variar. 
Miro el mundo a mi alrededor y pongo atención a mis propios apremios y en la calidez de mi hogar, junto a mi hijo pequeño y mi mujer y los poquísimos buenos amigos encuentro mi refugio y mi consuelo. No quiero ir más allá, al llano de la locura, el apuro y la frivolidad. 
Admiro a quienes tienen algo que decir, yo he perdido la fe en la palabra y el intelecto. El mundo del poder y el discurso político nunca fueron de mi agrado. Tal vez porque en este mundo se resuelve nuestra vida, por un ejército de profesadores, profesores, médicos, psicólogos, psiquiatras, policías, jueces y ministros, todos ellos protagonistas de una misma terrible pesadilla, en la que se nos rotula, clasifica, estigmatiza, uniforma y censura. 

León dibuja libremente... 3 años y 7 meses


Admiro a quienes tienen y han tenido el valor y la generosidad para sacrificar sus vidas, para ganar espacios de libertad civil. Admiro al escritor descarnado y honesto que ventila los monstruos de nuestro interior humano; admiro el valor de quienes desafían a la autoridad oponiendo la carne al cañón, arriesgando su libertad, que les parece opresiva. Admiro a quienes se sacuden la censura y dicen las palabras prohibidas o se atreven a desafiar la ley, porque les parece injusta.
Alice Miller me confirma en la idea de que no sin gran esfuerzo nos liberamos de la crianza agresiva y neurótica que la sociedad nos exige y nos obliga a repetir en nuestros propios hijos. Cómo hacer para demorar la socialización institucionalizada, la uniformación, la amputación de los talentos propios y la obediencia bovina a las habilidades deseadas por una sociedad obsesionada con el crecimiento de una riqueza que jamás reparte y que obliga el abandono de los niños y su enfrentamiento prematuro con la violencia, la guerra y el dolor de la existencia. Ya no me impresiona la vanagloria de quien se jacta haber tenido que disputarle el alimento a los perros, para mostrarnos lo duro y porfiado de su carácter. No se forjan así los verdaderos guerreros, nadie cría así un ser humano valiente y gentil, compasivo con las criaturas vivientes e implacable con el enemigo cruel.
Abandono es lo que veo por doquier y luego anestesia del dolor del alma, a través de una religión dolorosa y de prácticas escapistas, drogadictas, adheridas a la frívolidad y la superficialidad de estos tiempos que corren.
Homo homini lupus. Esta máxima vale todavía. estamos lejos de un ideal superior de humanidad.
Lo único que deseo para mí es un lugar tranquilo, lejos del asedio fiscal.
Siento pena por mi hijo, quien deberá integrarse antes de tiempo a una sociedad que le arrebatará su ternura y le endurecerá el corazón y la cerviz, como consecuencias adaptativas que la mayoría de nosotros realizamos en nosotros mismos y que sobrevivimos milagrosamente. 
Llevo casi cuatro años haciendo de papá tiempo completo y ahora puedo ver el abuso largamente sostenido hacia nuestras madres, quienes nos amamantaron,cuidaron, acompañaron y luego incluso trabajaron para mantenernos y más encima se les pidió que cultivaran su intelecto o se les escarneció por no hacerlo. Llego a la noche tras un día comenzado al amanecer, cansado y sin fuerzas para pensar, escribir o leer. Este es un sacrificio profesional y un ejercicio de abnegación amorosa de padre, movido por la conciencia de la indefensión de los niños, por el respeto a su inocencia y la certeza de que alguien a quien ya olvidamos, tuvo la paciencia para soportarnos nuestro egoísmo de niños. La masculinidad no se realiza tan sólo con el éxito económico y la capacidad proveedora. Hay que sacar fuerzas muy viriles para mantener una casa, día a día, durante mucho tiempo y educar y amar a los hijos y estar con ellos hasta el cansancio que nos produce su puerilidad. No hace falta ser un genio para ser un padre, pero sí se necesita conciencia de sí mismo y sentido de abnegación. No cualquiera debiera ser padre, por tanto. Debiera ser un privilegio y no un derecho.
La sociedad humana no mejorará mientras haya niños maltratados. Alguna vez deberemos romper el grueso eslabón de la cadena del maltrato infantil y dejar de repetir una historia que atañe a la mayoría de los adultos, incapaces de abrir la caja negra de su experiencia y viven obsesionados con la violencia. Debemos lograr el respeto generalizado hacia niños y mujeres, ganando de paso la compasión hacia el niño que fuimos, recuperando su ternura y emocionalidad pura.
Las prácticas sociales de represión política transparentan la condición actual del Estado. No se respeta al débil e indefenso. ¿Qué se puede esperar para los animales, los bosques y los mares? Que se canse de nosotros la Natura y se sacuda del lomo a estas pulgas molestas...
¿Quién dijo que hay que vivir así como lo hace la mayoría? Ciegos a tientas guiados por ciegos...

 

Cohete despegando...