Ya casi al final del año, tras haber regresado a la docencia de mi asignatura principal, filosofía, observo que la gran carencia de los alumnos es la falta de hábito de lectura y de libros con que romper esta tenaza de ignorancia e indolencia.
Se podría pensar que con tanta información en la Web, hallar conocimiento y textos serios habría de ser algo fácil. Pero no es así. Hace falta mucha experiencia para separar la paja del trigo. Esta experiencia se obtiene leyendo.
Si a ésto agregamos la práctica copiar-pegar, el asunto se hace más serio, pues el alumno casi no lee y entrega escritos vergonzosamente malos, sin un trabajo de edición que le permita recrear contenidos.
El libro sigue siendo una mágnífica fuente de conocimiento de primera mano, sin tomar en cuenta las traducciones y los libros malos.
Acompañados de un profesor bien preparado los alumnos podrían tener una experiencia intelectual significativa que pudiera marcar sus vidas hasta el final, con hábitos y contenidos atesorados y mejorados paulatinamente de forma independiente.
Estoy observando la transformación de algunos jóvenes que comienzan a pensar por sí mismos, confiados en el respeto que encuentran en su profesor, quien les ha refutado mil veces para conseguir que un día se pongan de pie y le derroten con un razonamiento certero.
No comprendo la falta de voluntad política para producir de una vez por todas una transformación en los colegios chilenos. El verdadero desarrollo del país pasa por la mayor cultura de la gente y esa por el mejor manejo de la lectoescritura.
Indigna saber que algunos miembros de gobierno se roban el dinero a manos llenas y a la vez mis alumnos no tienen como cultivar su intelecto.
El estado y los privados debieran invertir en bibliotecas y en buenos libros. Al comienzo no habría tal vez una respuesta demasiado entusiasta de la gente, pero a la larga, con campañas e insistiendo y mostrando lo noble que es un intelecto cultivado, ello iría transformando a la gente, para hacerla sino más buena y con más mundo, al menos más culta y sensible a las manifestaciones artísticas y a la buena vida.
Se me objetará que tenemos todavía muchísimos otros problemas más urgentes y básicos. Así será, pero el aula es un espacio de esparcimiento y práctica espiritual. Muchos aún no lo comprenden y se arrastran, no vuelan...
Gerardo Santana Trujillo