Mi jardín, autorretrato, los tres amigos
Estas líneas las escribo en mi casa de lata, en Melipeuco, a los pies del volcán Llaima, un lugar abandonado en gran medida por la autoridad y desconocido hasta por su propia gente.
La indignación me aprieta los puños cuando pienso que la casta política hace sus repartijas e individuos de intenciones recónditas se enriquecen en un par de períodos como gobernadores, alcaldes, diputados o senadores. ¿Es que no hay forma de pararles y obligarles a trabajar para la comunidad? ¿Dónde está el alcalde de Melipeuco, por ejemplo? En qué se le va la vida a esta persona? No se le ve ni siquiera a través de obras públicas. No se le ve preocupado por la limpieza de la comuna, ni por sus jóvenes, muchísimo menos por su educación.
Cuánto desprecio maquiavélico han de sentir por la gente todos aquellos que con enormes patas y buches se arriman al poder político, judicial o eclesiástico, para aprovechar de asegurarse sus vidillas, mientras pueden, con la máscara de la desvergüenza y el gesto moralista y puritano. Tanta impotencia me enfurece hasta una fantasía psicopática: merecen la destrucción. Chile merece una ráfaga de viento vengador, que limpie los malos aires acumulados por los traseros sedentarios de tanto burócrata y dogmático disfrazado de sabio.
¿Terminaremos algún día con tanta represión? Pues no se crea que sólo hay represión cuando la policía nos persigue o nos acalla, o cuando la censura nos mutila las obras de arte, considerándonos incapaces de habérnoslas con tanto contenido subversivo. La represión se observa ya en nuestra manera de relacionarnos con el lado oscuro de nuestra existencia, aquel que proviene del cuerpo y su memoria, de la actividad onírica, de la líbido y la irracionalidad, de los afectos y sentimientos.
La gente cree que la sociedad tecnológica que se ha construido es la única en la que se puede pasar la vida, la gente cree que la racionalidad de corte lógico matematica es la máxima expresión de la ciencia, cuando en verdad ésta se ha dado de la mano de una cultura depredadora e irresponsable respecto de las generaciones venideras. Ejemplo recientes: Se eliminará la selva amazónica hasta dejar sólo la mitad, se seguirá superpoblando ciudades monstruosas e insalubres y se seguirá propugnando la objetividad de la ciencia, como si con ello repitiéramos el credo. Esta nueva Inquisición ya no quema ni tortura abiertamente a nadie, en cambio estigmatiza, aisla, reduce a la impotencia y la depresión.
La sociedad en que vivimos está construida sobre la locura y la enfermedad. Una y otra son la expresión del conflicto en que coexisten las distintas zonas de nuestro ser. Esta es una cultura que todo lo demoniza, porque no quiere individuos que se potencien reunificando sus fuerzas. Son más útiles los peones obedientes y aturdidos de temor a dios y a la ley.
Gerardo Santana Trujillo