Paleras...

La publicación del Exabrupto trajo consigo bastante respuesta de mis amigos lectores. Surgió incluso una idea para lanzar una página de servicio público. Espero poder contar en el futuro de qué se trata.

Antes de contestar la pregunta de una amiga lectora, motivada por mi comentario a la participación de Fernando Villegas en el programa El Triciclo de canal13, acerca de qué hemos de entender por inteligencia, debo mencionar un hecho importante para la comuna de Melipeuco. Hace sólo unas semanas ésta cuenta con televisión por cable. Son apenas 10 canales, pero mejoran substancialmente lo que había hasta entonces. No me hago muchas ilusiones acerca de la calidad del canal de televisión comunal, pues se repartirán los puestos de acuerdo a simpatías y compromisos, sin preocuparse de elegir a la gente más preparada o con más ideas. No obstante les deseo mucha suerte y les felicito por realizar tan grande esfuerzo.

El término inteligencia está vinculado etimológicamente con las capacidades del intelecto, suma excelencia de la expresión espiritual para los griegos, en desmedro hoy en día, desplazado por las capacidades artísticas, estéticas, también por las físicas e incluso por las paranormales. 

El hombre contemporáneo ha aprendido a expresarse de muchas otras maneras distintas del dominio inteligible, ontológico y lógico matemático.

Aristóteles, por ejemplo, veía en la phrónesis, en alemán Klugheit o Einsicht, en español, sensatez, prudencia o buen juicio, un elemento práctico que define al hombre inteligente como a uno sensato y dueño de un buen juicio para decidir lo que más le conviene para mantener la salud de su cuerpo y ocupar el sitio que le corresponde en la sociedad humana, a la que también cuidará de preservar como a sí mismo. Observamos en este filósofo ya un sentido ecológico, pues la partícula eco proviene de la palabra griega oikos, casa, lo doméstico, lo familiar, el lugar de la familia, etc. El cuidado de la totalidad en la que se desenvuelve la vida social nos lleva a admitir el carácter imprescindible de la preservación de la naturaleza.

En otro ámbito, Jean Piaget afirma que las capacidades intelectuales más abstractas se forman en los niños a través de la manipulación temprana de los objetos del mundo. El artista manual puede ser un genio que jamás haya ontologizado su obra, su talento se funda en una potencia espiritual no necesariamente verbalizable, de donde le viene tal vez su aspecto no racional. Lo que equivale a decir que todo lo racional es verbalizable y viceversa. El pintor, el dibujante, el músico, el bailarín poseen en común un tipo de habilidad que no está directamente emparentada con el raciocinio. Una inteligencia a la Sócrates no debería ser ya más un buen parámetro para juzgar el buen juicio de la gente.

Una cosa es lo que la sociedad valoriza y prefiere, hasta ahora fundamentalmente, la capacidad verbal y lógico matemática y otra muy diferente son las infinitas maneras en que un ser humano podría expresarse. Mucho de ello va quedando en el camino, se atrofia o duerme esperando la ocasión para manifestarse. Los psicólogos, de la mano con todos los que profesan, elaboran los así llamados test de inteligencia, con los que pretenden medir lo que ellos llaman el coeficiente intelectual. Todas estas pruebas se preparan ad hoc, para obtener los resultados  deseados y actúan tan absurdamente como alguien que esconde algo en un matorral y luego se asombra de encontrarlo. Ni más ni menos.

¿A quién llamaremos inteligente? ¿Sólo al cabezón memorión con procesador cerebral super rápido y analítico? ¿O lo diremos también del conocido cabeza de músculo? Pienso que la gama va sin discontinuidad desde el uno hasta el otro, ambos extremos inclusive. En todos los casos será un misterio, algo milagroso que opera desde dentro y nos maravilla con sus resultados concretos: melodías, coreografías, texturas, colores, versos, etc. 

Al parecer, lo que está en juego es la mayor o menor utilidad para la sociedad y unos gozarán de prestigio y autoestima constantemente revalidada, mientras los otros serán pájaros raros, que deberán poner a prueba diaria su constancia, su autoestima y su salud mental.

Según mi opinión, será inteligente todo aquel que pueda ayudarse a sí mismo en la vida. Como esto último implica también la preservación de la sociedad en la que se vive y de la naturaleza, quien tenga prácticas autodestructivas, o disociativas o explotativas de los recursos naturales, no estará en su buen juicio. En este sentido, el dogmatismo positivista de un ingeniero forestal, de un psiquiatra, de un psicólogo, de toda laya de cabezones con título académico podría muy bien calificarse de imbécil, pues destruye creyendo que controla; arruina creyendo que sana; malentiende creyendo que comprende, equivoca su cálculo creyendo ser exacto.

 He aquí el problema del canon de conocimientos. En otras palabras, ¿Qué hemos de enseñar para educar? Para mí está claro: ha de ser una gama de conocimientos y destrezas que otorguen a la larga una realización integral de las capacidades humanas. Nada de sobre valorar unas disciplinas a expensas de otras. Unos vendrán mejor dotados para unas cosas y otros para otras. Que no sea porque la sociedad valora unas capacidades más que otras, que nuestros niños carguen con el estigma de la carencia y la frustración. Se ha de fortalecer las debilidades naturales para equilibrarlas en la totalidad de la personalidad.

Gerardo Santana Trujillo