El volcán Lanín visto al atardecer desde una de las cumbres de los Nevados del Sollipulli. Foto de Patricio Morandé
He vuelto hace poco de un paseo magnífico, que realizamos cuatro amigos, con la intención de recorrer algunas de las cumbres de los Nevados del Sollipulli. El viaje fue todo un éxito y muy afortunado, pues el tiempo estuvo de nuestra parte y recién al volver se echó a perder y se puso a llover.
El lugar que visitamos está a sólo una hora de Melipeuco, protegido de la afluencia destructora de visitantes indeseables e irrespetuosos por un camino de difícil acceso. Se llega por el camino a Carén Alto, siguiendo hacia Huechelepún. El último tramo es difícil y hasta peligroso, se requiere vehículo de doble tracción. Tras este tramo impresionante, se llega a la laguna Carilafkén, de color esmeralda y siempre como un espejo. Cerca corre el río homónimo, frío como agua de deshielo. La vegetación está dominada por el coigüe, la araucaria, la lenga y muchas flores silvestres.
Mis amigas lagartijas, sin conocerme comieron de mi mano unos jugosos tábanos que me vi obligado a matar...
Asombra en este lugar la variedad de paisajes y terrenos que se van cruzando, todos ellos dominados por el agua, como cascada, arroyo, vertiente termal, río, nieve.
Guardianes implacables son tres tipos de tábanos, el típico coliguacho, grande, peludo y torpe; el plomo silencioso y de mordedura furtiva; el tornasolado, peludo y osado. Las marcas de su acoso incansable le duran a uno una semana entera. Se recomienda llevar antiestamínico, pues en la tarde aparecen además los temibles zancudos.
Por eso se apresura uno a subir y llegar a la alta montaña, en donde disminuyen los bichos, pero castiga el frío y queda uno expuesto a la inclemencia del tiempo. Debe uno, pues, armarse de una carpa confiable, capaz de resistir la lluvia torrencial.
Esta vez nuestro grupo se mantuvo unido y en armonía. Todos pudimos olvidar por unos días la aproblemada vida que cada cual dejó abajo, a la que se vuelve por falta de alimento, por compromiso. Esta vez me hubiera quedado con gusto. El Sollipulli es un auténtico templo natural, se accede incluso por un sendero que lo deja a uno a la entrada de imponentes faldeos montañosos. La montaña fue gentil con nosotros y me siento lleno de gratitud por eso. Me puedo imaginar este mismo lugar con mal tiempo y estoy seguro que podría costarle a uno la vida.
Mimetizado Grillo de la montaña...
Si algún lector se interesa, tengo en mi poder gran cantidad de material fotográfico y filmaciones cortas de esta excursión. Escríbanme y yo les envío algún saludo fotográfico.
Volviendo a nuestra realidad nacional, me preocupa desde hace tiempo la inmunidad civil de los jueces. ¿Quién nos protege de ellos? Supongo que no se tendrán a sí mismos por infalibles. No hay que ser muy pillo para darse cuenta que estamos entrando en una especie de tiranía de toda suerte de leguleyos. A un panelista lo condenaron por tratar de injustos y cobardes a los jueces de la Corte Suprema. Ellos son la piedra de toque ¿Y detrás de ellos, quién? No me salgan por favor con la estupidez de la investidura divina. ¿Y entonces qué? ¿No tendremos al gato cuidando la carnicería? Esto es casi tan espantoso como una tiranía militar. Ahora no te degüellan por pensar diferente, te aplastan con una querella.
Flores de los jardines andinos; Los nevados del Sollipulli el sábado 25 de enero de 2003.
Publico con mucho gusto la traducción y adaptación de mi propio trabajo escrito originalmente en alemán, El concepto de amistad. Me parece que posee completa vigencia y actualidad. Una lectura seria obligará a mi lector a una crítica de las ideas éticas de Aristóteles, quien nos dejó una magnífica pieza de pensamiento en su Ética Nicomaquea. Dedico este trabajo a mi queridísimo amigo Julio Zoffoli, alias Matías, quien sabe apreciar y vivir una auténtica amistad.