Estuvimos muy cerca de sacar a la luz pública mucho material bibliográfico del filósofo checo alemán Vilém Flusser. Obstáculos legales y sensibilidades propietarias y vanidades profesionales deben ser tomadas en cuenta a la hora de querer mostrar algo.
Por otra parte, si digo algo, me piden que lo refrende y en muchos casos el material de apoyo no puede publicarse por transgresión a la ley de derecho de autor.
Me parece monstruoso que alguien quiera hacerse dueño de las ideas de otros. Un papel firmado le da potestad sobre lo que se publica o no se publica de un autor.
Esta práctica económica choca contra la noción de polifonía usada por Michail Bachtin para referirse a la multiplicidad de voces que hablan en un escrito. ¿Quien puede determinar con claridad qué autores hablan simultáneamente en una obra literaria? Un ojo entrenado, sí. En este sentido se estaría transgrediendo a cada rato el derecho de autor.
Resulta cada vez más difícil asumir la autoría de las ideas. Es como querer guardar el viento en una botella, no conoce dueño el viento y si se metió en tu botella, míralo, descríbelo y déjalo partir, que quiere llegar a todas partes.
La originalidad es lo que debería caracterizar a un autor. Tanto menos conocida una idea, tanto más novedosa una unión o desunión de elementos preexistentes, tanto más original un autor.
Vilém Flusser fue un autor original. Previó el intercambio vertiginoso y omniabarcante de informaciones y las puso como característica de la cultura, una herencia más allá de la dote genética, que transmitimos, previo depósito en memorias. Que no se sepa algo, significa que no está guardado en ninguna memoria.
También es un hecho, que olvidamos. No guardamos todo y la Historia no sería, por tanto, mera acumulación, hay una selección. Y a pesar del inmovilismo aparente, cambian los criterios para determinar qué guardamos y qué dejamos para el olvido.
En el mundo de la formas geométricas no platónicas
Nuestra justicia está nuevamente haciendo concesiones a USA, endureciendo la mano en contra de lo que quieren tildar como piratería. Acabo de ver una foto con un joven esposado como al más vulgar de los flaites criminales, por poner a libre disposición del público películas. Esos millones de personas que usaron su servicio, deberían ahora dar la cara o sus nombres para apoyar la actividad desinteresada de este chileno. HBO aplaude la detención, es decir, la represión, se preocupa esta empresa porque pierde muchísimo dinero, si la gente ya no compra sus series y películas. Yo no lo creo, uno compra igual un libro o una película, si a uno le gusta mucho. Da gusto tener un DVD bien editado. Lo otro es simple afán de estar al día, muy propio de nuestro tiempo. Hay películas que aún no terminan de ser editadas cuando ya están siendo vistas por mucha gente, que tolera sellos de agua, desincronización del audio, etc. con tal de poder ver algo nuevo. Si es bueno, de seguro se volverá a ver en el cable (y allí podrán recuperar su inversión las grandes compañías, por concepto de publicidad -que ha convertido el cable en una reverenda lata) o se verá en un sitio como el recién cerrado de cuevana, que pondrá a disposición de la gente lo que quieran ver (a cambio del honor por la simple visita...) y si es mucha la calidad o la demanda, entonces se hará ediciones exquisitas para los coleccionistas.
Si la autoridad comienza a castigar la libertada absoluta que permite la red, sólo logrará perjudicar a los mismos de siempre, a los más ignorantes y manipulables. Los otros, se irán a portales en los que una vez registrados entrarán en un túnel impenetrable para el ojo fiscal. Allí se podrá chatear, hacer video conferencias, mirar películas y subir y bajar archivos de toda laya. Desde fuera el policía cibernético sufrirá imaginando los crímenes informáticos más terrribles que su entrenamiento para la mala intención y el crimen le permite concebir. La responsabilidad está compartida. Los millones de usuarios que visitan un sitio web generan derecho consuetudinario, cuando ratifican un servicio. No todo está a la venta. Me niego a ser dirigido por economistas, sus categorías no son universales, su red cognoscitiva posee grande y valioso alcance, pero hay mucho más en la vida que vender y comprar. Hay cosas inmotivadas o cuyos motivos son más profundos, necesidades entrañables que sólo expresamos en el arte, por ejemplo, o en nuestra vida sentimental, o en la conducta de ese mostrador de videos. Pues, ¿Por qué ese afán de mostrar? Porque nos realizamos en el contacto intersubjetivo, cuya ilusión es muy fuerte en la red, razón del éxito de facebook. Sus realizadores se dieron cuenta que la gente quiere mostrar algo, a su círculo de amigos más cercanos o a todo el mundo. Un diálogo por chat se vivencia con intensidad emocional, si uno conoce bien a la persona con quién se chatea (de aquí sale la necesidad de orientar a los más jóvenes en el uso de los nuevos medios, por razones ergonómicas -de su simple salud física y mental- y psicológicas -para generar distancia crítica respecto de los nuevos medios, es decir, internet, imágenes técnicas y todo tipo de digitalización de la información). No se puede por tanto reprimir conductas que ni siquiera han sido integradas en la práctica docente, que no han llegado aún a la escuela y que la gente ensaya y yerra y vuelve a ensayar.
Falta aún el trabajo crítico con perspectiva y cierta distancia de lo que está ocurriendo en nuestra sociedad actual. De aquí la importancia de un filósofo como Vilém Flusser.
Algunos reconocen el origen administrativo para el desarrollo de la escritura...
Sucede con la información lo mismo que con la educación. Para algunos es ámbito económico, para otros es derecho humano inalienable. Y la sociedad como conjunto debería trabajar primero para proveerse el sustento, la salud y la educación. En este sentido lo que un autor produce será mostrado sin reservas y el valor plus de su obra saldrá de los gustos y la moda y podrá por tanto, igual vivir privilegiadamente.
Cuando muestro por tanto una traducción de un texto inédito, poco conocido y por tanto necesitado de análisis y que considero, además, importante, por entregar claves para la comprensión de nuestra vida en nuestro tiempo, no hay un afán de transgresión económica, sino una urgencia intelectual, académica, una necesidad muy humana de intersubjetividad.